Nos
damos cita para charlar de su histórico transcurrir en Gral.
Pacheco y cosas personales, pero en cada tema "nos íbamos
por las ramas" cuando las confidencias se hacían más
íntimas y si hablábamos de los hijos y los nietos... ¡¡uf!!.
Celia
nació en Zarate, su papá tenía almacén de ramos generales y
pulpería, se emocionó cuando recordó las asiduas visitas de
Molina Campos, Fernando Ochoa, artistazos en cada disciplina, pero
amigos campechanos de don Rodriguez.
Tal
vez para los más jóvenes esta mención sea chino básico... pero
los más grandecitos los recordamos con afecto.
Al
morir el padre, las hijas, por comentarios de la gente amiga,
decidieron venir a Gral Pacheco que ya apuntaba a una ciudad
progresista, en procura de trabajo para subsistir dignamente.
Alquilaron
una vivienda en la esquina de Hipólito Yrigoyen, que ¡¡oh
casualidad!! era propiedad de la familia Baldo. Por los trámites
de alquileres y etc. conoce y trata al hijo de los Baldo, Juan, y
le comenta su inquietud de conseguir un trabajo y al comprobar los
conocimientos de las joven le ofrece un puesto en la Estación de
Servicio ESSO, propiedad de la familia y creadores de la misma (en
el cruce de las Rutas 197 y 9).
Le
pregunto si su esposo había nacido aquí, y me dice con una
pícara sonrisa; "vino en el envase", pero nació él en
Pacheco en 1915. Ya el nono Baldo tenía inquietudes comunitarias
y figuran ambos como socios fundadores entre otras, de la Sociedad
de Fomento. Como suele suceder, por mucho que hayan realizado por
el progreso de un pueblo de calles polvorietas, al morir, pierden
vigencia, el olvido puede cubrir los recuerdos pero apenas se
hurga en la superficie de la historia aparecen las figuras que
recobran el recuerdo.
Volvemos
a Celia y Juan, que si bien fue un amor a primera vista, el
trabajar juntos profundizó la relación idílica y en 1950 se
casaron en Tigre. Comenzaron su matrimonio viviendo en San Isidro,
pero problemas que requerían la presencia de Juan, los regresaron
a vivir en la zona, en terrenos que habían adquirido de solteros
en un loteo al borde de lo que es hoy la Panamericana juntaron
cinco terrenos y creó Juan otra estación de Servicio, la
entonces llamada CITEX y que luego de años difíciles y
bancarrota vendió a la familia Gianbernardini y vinieron a vivir
a Troncos del Talar.
En
los primeros años de bonanza, nacieron en la zona los hijos:
Graciela, Mariana, Juan y Jorge, que en la actualidad le han
regalado ocho nietos y un bisnieto que es el tesoro patrimonial
amoroso de Celia.
Tuvo
que luchar mucho en aquellos tiempos de debacle económica, porque
además de las carencias a las que no estaban habituados, hicieron
una huella profunda en Juan Baldo padre, donde se hundieron sus
bríos y sus ganas de seguir luchando.
Celia
Rodriguez sabe, siente, que en sus débiles hombros ha recaído el
sostén de la casa y la crianza de los hijos, sus estudios, los
problemas de la adolescencia, pero nuestra heroína no decae, su
templanza la lleva a disfrutar hoy de estas personas maravillosas.
Hay
un paréntesis muy doloroso en el transcurso del agravamiento, la
internación y la muerte de este luchador vencido, pero es la
admiración del personal y los pacientes de Hospital, la actitud
abnegada de la esposa y la presencia inamovible de los hijos que
formaron un muro de amor, pena y entereza diarios.
Han
pasado veinte años de esta ausencia y Celia tuvo el ánimo en
alto, porque en toda familia hay dificultades, pero también hay
momentos de dicha infinita, como la celebración de este
cumpleaños N° 80 donde pusieron lo mejor de sí para demostrarle
su gratitud y el cariño que ella les brindó.
Pero
ella con lágrimas de emoción y orgullo, con humildad y la mejor
sonrisa, me dice: "¿no sé porqué mis hijos me quieren
tanto?... yo no lo merezco".
Periódico
General Pacheco