A
mediados de noviembre comenzó una remodelación en casa, para
continuar viviendo dentro hubo que hacer un traslado parcial, a
veces total de una habitación hacia otra, todo bajo un manto de
escombro, polvillo de cemento y etc. El lugar predestinado para
armar el antiguo pesebre y un pequeño árbol simbólico era sobre
la mesada de la salamandra, también antiquísima, que compramos
en una venta de cosas usadas, o sea cosas que nos acompañan en la
casa desde el año ´65, en Pacheco.
Por
supuesto también allí había un revuelo de enseres, equipos,
artefactos, libros que en apurón se dejaran
"eventualmente"... Hacia el 8 de diciembre vienen mis
nietitas a comentarme que con la ayuda de papá ya habían armado
el pesebre..."¿vos abuela, no pensas armarlo?".
Espontáneamente les digo "¿pero, no ven que no hay lugar
para el pesebre? Está todo lleno de cajas; de cacerolas y platos,
por ahora no puedo...". Era el atardecer, llegó la noche
y continuaban zumbando en los oídos; no puedo... ¡¡Está todo
lleno!!.
Alguien
había dicho esas palabras, antes que yo... pero más de 2000
años atrás... recapacité y para dormir en paz ya tenía una
decisión tomada... no quería hacer lo del famoso pasadero de
Belén, aquella persona, no sabía que en ese vientre abultado de
la joven "había un Dios escondido".
Al
levantarme fui quitando lo que podía de ese lugar tradicional y
para la tarde, ya estaban como siempre en ese rincón el establo y
el arbolito.
Mientras
desempolvaba las desteñidas figuras y las iba colocando, les
pedía perdón, ellas son simples signos de aquella noche en que
el Dios todo poderoso se convierte en un pequeño niñito que la
representa, es el verbo encarnado, el Mesías, que vino a
salvarnos, con la buena noticia, el amor del Padre, del Hijo y el
Espíritu Santo que se da a nosotros.
Pero
así como se comportó el posadero, y en este caso ya por esta
vez, ¿cuántas veces nos ciega el egoísmo, la comodidad, la
rutina; y el resultado más fácil decir no puedo ante la
necesidad del prójimo?...
Que
bueno es celebrar la Navidad, rememorarla, revivirla convirtiendo
el corazón en cuna para el Jesús que nace y ya jamás se
apartará de nosotros.
Pocos
días después, cuando aún sentía la satisfacción de haber
intentado reparar esta omisión, sin intención, viene un señor
que realiza quincenalmente una tarea eventual; le ruego que venga
a la tarde para efectuar la tarea. Me responde no puedo, lo
lamento pero no puedo... a decir verdad, este apuro se debe a "estas
fiestas de porquería"... quedé perpleja y no supe que
contestar, otro interrogante que no puedo dilucidar... porque se
da en mucha gente que aún no descubrió el echo, bueno...
dejémoslo así.
Olga
Luccioni
olgaluccioni@pgeneralpacheco.com.ar