EDITORIAL: Olga Luccioni

     AÑO III - NUMERO 29 - DICIEMBRE DE 2003     


LA NAVIDAD


Olga Luccioni

A mediados de noviembre comenzó una remodelación en casa, para continuar viviendo dentro hubo que hacer un traslado parcial, a veces total de una habitación hacia otra, todo bajo un manto de escombro, polvillo de cemento y etc. El lugar predestinado para armar el antiguo pesebre y un pequeño árbol simbólico era sobre la mesada de la salamandra, también antiquísima, que compramos en una venta de cosas usadas, o sea cosas que nos acompañan en la casa desde el año ´65, en Pacheco.

Por supuesto también allí había un revuelo de enseres, equipos, artefactos, libros que en apurón se dejaran "eventualmente"... Hacia el 8 de diciembre vienen mis nietitas a comentarme que con la ayuda de papá ya habían armado el pesebre..."¿vos abuela, no pensas armarlo?". Espontáneamente les digo "¿pero, no ven que no hay lugar para el pesebre? Está todo lleno de cajas; de cacerolas y platos, por ahora no puedo...". Era el atardecer, llegó la noche y continuaban zumbando en los oídos; no puedo... ¡¡Está todo lleno!!.

Alguien había dicho esas palabras, antes que yo... pero más de 2000 años atrás... recapacité y para dormir en paz ya tenía una decisión tomada... no quería hacer lo del famoso pasadero de Belén, aquella persona, no sabía que en ese vientre abultado de la joven "había un Dios escondido".

Al levantarme fui quitando lo que podía de ese lugar tradicional y para la tarde, ya estaban como siempre en ese rincón el establo y el arbolito.

Mientras desempolvaba las desteñidas figuras y las iba colocando, les pedía perdón, ellas son simples signos de aquella noche en que el Dios todo poderoso se convierte en un pequeño niñito que la representa, es el verbo encarnado, el Mesías, que vino a salvarnos, con la buena noticia, el amor del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo que se da a nosotros.

Pero así como se comportó el posadero, y en este caso ya por esta vez, ¿cuántas veces nos ciega el egoísmo, la comodidad, la rutina; y el resultado más fácil decir no puedo ante la necesidad del prójimo?...

Que bueno es celebrar la Navidad, rememorarla, revivirla convirtiendo el corazón en cuna para el Jesús que nace y ya jamás se apartará de nosotros.

Pocos días después, cuando aún sentía la satisfacción de haber intentado reparar esta omisión, sin intención, viene un señor que realiza quincenalmente una tarea eventual; le ruego que venga a la tarde para efectuar la tarea. Me responde no puedo, lo lamento pero no puedo... a decir verdad, este apuro se debe a "estas fiestas de porquería"... quedé perpleja y no supe que contestar, otro interrogante que no puedo dilucidar... porque se da en mucha gente que aún no descubrió el echo, bueno... dejémoslo así.

Olga Luccioni

olgaluccioni@pgeneralpacheco.com.ar

 

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ACTUALIZADO: Tuesday, 19 de September de 2006

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