Esta
columna es siempre el espacio que me reservo para "mi
opinión" pero en esta ocasión, además, tiene un tinte
absolutamente personal que espero no les moleste a los lectores.
El motivo de ello es compartir una gran alegría personal.
El
jueves 6 de marzo de 2003 alrededor de las 11 hs. rendí mi
última y postergada materia y me recibí de Abogado, pero la
alegría no terminó allí... ese mismo día, alrededor de las
20,30 hs. rindió su última materia mi hermano menor Pablo (le
llevo tres años) y se recibió de Ingeniero Mecánico.
O
sea que, en un caso que es realmente poco habitual (si conocen
otro similar me lo hacen saber, por favor), el mismo día mis
padres pasaron a tener dos hijos profesionales, hijos de distintas
edades que hicieron diferentes carreras en distintas
universidades.
Fácil
es imaginar la alegría de mi hermano Pablo y la mía, como
también la de nuestros padres, hermanos y demás parientes y
seres queridos.
No
tengo palabras para expresar el agradecimiento por la cantidad
impresionante de mensajes, llamados y muestras de cariño
recibidos en estos días. Pero también, como se imaginarán,
estas líneas son para hacer el agradecimiento principal, el más
importante, el fundamental que es a mi mamá Mabel y mi papá
Enrique.
Sé
que estan muy felices por nuestro logro y que esa felicidad es por
sentir que ambos tenemos una herramienta más para progresar en
nuestras vidas, para desarrollar nuestras vocaciones (ambos
estudiamos lo que quisimos).
Cuando
pensaba el título de esta nota se me ocurrió que "El camino
correcto" era el que mejor resumía la sensación que uno
tiene con relación a reflejar lo que ha recibido y recibe de
ellos: la indicación siempre del camino correcto.
No
voy a hacer "la apología de mis padres"... ellos, como
todos, tienen errores. Pero no puedo dejar de destacar que esos
errores (que tal vez lo sean para algunos y para otros no), aún
esos errores, siempre han venido de la mano de la más absoluta
honestidad y, sobre todo, amor.
Los
que me conocen saben que no soy una persona de esas que se viven
quejando de todo o de muchas cosas todo el tiempo. Soy una persona
emprendedora, de actuar antes que esperar, de proyectar antes que
estancarse, de organizar antes que esperar órdenes, de agrupar
antes que dispersar... todas estas características, sin dudas,
heredadas de los genes de Mabel Beatriz Servín.
Los
que me conocen saben que soy una persona con capacidad intelectual
e inteligencia, con mucha memoria, a la que le gustan las
actividades deportivas, ordenado, de tener buen humor antes que
mala onda... todas estas características, sin dudas, heredadas de
los genes de Enrique José Bianchi.
También
saben los que me conocen que soy más de cuidar antes que agredir,
de compadecerme antes que ignorar, de tolerar antes que
despreciar, todas estas virtudes aprendidas de Mabel y Enrique por
igual.
No
he pretendido hacer un análisis de mi, sino de reconocerme en
ellos, de reflejar que, sin dudas, más allá del título obtenido
(apoyado por la contención y apoyo irrestricto de ellos), la
principal herencia recibida y que tendré hasta el último de mis
días es haber recibido amor y comprensión, aprendiendo que las
cosas se logran con esfuerzo, honestidad y buenas intenciones.
Ojalá todos pudieran recibir esto, no me cabe duda que el mundo
sería distinto.
No
voy a hablar de mis defectos -que son muchos pero no atribuíbles
a los viejos- ni de los de ellos que, para mi, son verdaderas
pavadas como que tal vez la vieja sea muy sobreprotectora o el
viejo muy reiterativo. Para señalar los defectos siempre hay un
batallón de gente dispuesta, a ellos se lo dejo.
Siempre
he sentido, más allá de querer escuchar o no un consejo, que la
guía de mis viejos ha sido "por el camino correcto"
aunque en ocasiones uno se desvía, le gusta explorar otras
alternativas y hasta puede descubrir que tiene razón, pero la
intención de ellos siempre fue la mejor, sin dudas.
¿Cómo
digo "gracias"?. Pretendo que esto sea un intento de
ello y, el obtener este logro profesional es una excelente
ocasión para hacerlo.