Solidaridad
y falta de conciencia
Últimamente,
frente a esta agobiante crisis económica, vemos brotar por
cientos proyectos solidarios que muchos argentinos emprenden con
el propósito de auxiliar a tantos otros que cuentan con pocos o
ningún recurso para sobrevivir dignamente en esta Argentina cada
vez más corrupta. Son esfuerzos de gente desinteresada que
utiliza su tiempo y energías para dar a otros sin esperar nada a
cambio. Es un trabajo duro y agobiante y por lo tanto
inmensa-mente admirable, pero existe un problema: no es la forma
correcta de auxiliar a quienes lo necesitan. Los motivos son
varios y deben analizarse con la cabeza fría.
En
primer lugar, recordá que vivimos en un país dónde se nos
enseñó que el trabajo es sinónimo de dignidad. Entonces, ¿qué
pasa ante la falta de trabajo? Todos hemos pasado por ello alguna
vez: nos sentimos inútiles, impotentes, nuestra autoestima queda
hecha pedazos, hasta nos avergüenza contar que estamos
desem-pleados. Si a esto le sumamos que históricamente nuestros
pobres han sido objeto de discriminación, imaginá cómo se
siente una persona que, necesitando alimentar o vestir a sus
hijos, debe recurrir a una organización solidaria: se le cae la
cara de vergüenza y se siente culpable de algo por lo que no
debería estarlo. En balance, sus necesidades alimenticias y de
vestimenta quedan parcialmente cubiertas, pero psicológicamente
el beneficio recibido es nulo.
En
segunda instancia, abocar nuestros esfuerzos en socorrer a quien
lo requiere tiene otra gran desventaja: sólo sirve para tapar
agujeros. ¿No sería mejor que en lugar de tratar de salvarle el
día a alguien lucharas por tratar de salvar su futuro?. Sí, es
una tarea aún más ardua, pero no resolver el problema de raíz
sólo servirá para perpetuar la pobreza. Si no hacés nada al
respecto, en el mejor de los casos te encontrarás socorriendo a
más personas cada día. En el peor, te encontrarás acudiendo vos
mismo a una mano solidaria cuando también vos te quedes sin
trabajo.
En
definitiva, si deseas ser solidario con alguien, no le des un
plato de comida, sino reclamá a quienes deben brindarle los
medios para vivir dignamente que tomen la responsabilidad que les
corresponde. Recordá que quienes deben velar por nuestra salud,
educación, seguridad y trabajo (y que no lo hacen), son los
mismos que cobran sus sueldos con nuestros impuestos.
Solidaridad,
lucha y sacrificio
Allá
por los años 70 se nos enseñó que no debíamos protestar por
aquello que considerábamos justo, que debíamos cerrar la boca y
mirar para otro lado si deseábamos contar con el privilegio de
preservar nuestra integridad física. Nuestras mentes fueron tan
bien condicionadas que esto perduró en el tiempo, incluso una vez
recobrada nuestra democracia. Así, permanecimos inmutables
cuándo por los medios comenzaron a desfilar nombres como Cecilia
Giubileo, Ingeniero Clutterback, inflación, Nair Mostafá, María
Soledad, Sebastián Bordón, José Luis Cabezas, AMIA, Río
Cuarto, Cipoletti, Teresa Rodrí-guez, Anillaco y tantos otros por
quienes no hicimos nada, ¡Y deberíamos haberlo hecho!. Quizás
sea ya demasiado tarde para ellos, pero todavía tenemos nuestro
futuro por delante.
Si
tu intención es no quedarte cruzado de brazos, una posibilidad es
comenzar vos también un proyecto solidario, con todas las
desventajas que más arriba te menciono. Entonces en este punto te
hago la siguiente pregunta: ¿vos sos de los que tapan agujeros o
de los que se comprometen a luchar por un futuro mejor para
todos?. Si efectivamente sos de los primeros, podés dejar de leer
mi mensaje aquí y seguir actuando sin conciencia. Si no, te pido
que también vos pongas tu granito de arena para que todos
logremos ver una luz de esperanza en el futuro y no un gran
agujero negro.
¿Qué
motivos tenemos para luchar? Te recuerdo algunos:
1)
Quienes están obligados a proveernos de los medios necesarios
para vivir dignamente, nutren sus cuentas bancarias con el dinero
de nuestros impuestos sin brindar nada a cambio.
2)
Quienes tienen la obligación de preservar nuestra integridad
física, nos hacen desaparecer si "molestamos".
3)
Quienes tienen la obligación de brindarnos educación, nos
condenan a convertirnos en ignorantes.
4)
Quienes tienen la obligación de dignificarnos con un trabajo bien
remunerado, se encargan de esparcir la desocupación y de aumentar
así el tamaño de nuestras villas tanto como los niveles de
delincuencia y agresividad.
5)
Quienes deben devolvernos la confianza cuidando los ahorros que
ganamos con años de trabajo, nos hacen el pagadiós más grande
que hayamos sufrido jamás.
6)
Quienes deben protegernos, nos matan en las calles.
7)
Quienes deben sanarnos, están limitados por falta de insumos en
los hospitales.
Es
hora de abrir los ojos y cual psicólogo trabajar para desterrar
de nuestras mentes el "no te metás" que tan
efectivamente internalizamos hace más de dos décadas. Sólo
nosotros tenemos chances de cambiar este presente turbio que nos
está aniquilando. Y cambiar el presente no es tarea fácil
tomando como referencia que la justicia no juega de nuestro lado,
sino del lado del mejor postor. Es por esto que nadie más que
nosotros está obligado a impartir justicia. Tenemos varias armas
para lograrlo: la primera, el voto castigo, probó no ser eficaz.
Pero contamos también con el derecho a huelga y la posibilidad de
manifestarnos en reuniones multitudinarias; y no hace falta
pertenecer a ningún partido político ni actuar con violencia,
sólo es necesario que desees impedir que sigan aplastando nuestra
dignidad como han estado haciéndolo hasta ahora. Entonces, hacé
algo al respecto, ¡participá!. Obviamente, quedarte en casa
mirando la tele mientras otros hacen el esfuerzo es mucho más
cómodo. Podés aducir también que perder un día de trabajo no
es un lujo que puedas darte, pero ¿sabés una cosa? Es preferible
perder un día de trabajo a perder tu futuro. Por lo tanto no seas
cómodo ni cobarde y bogá vos también por un futuro más digno.
Si sos jubilado, luchá por tus nietos. Si estás en la mitad de
tu vida, luchá por tus hijos. Si sos joven, luchá por tus
abuelos, por tus padres y por sobre todo, luchá por tu futuro,
que te acompañará por el resto de tu vida. Es un desafío más
que solidario si lo que realmente querés es ayudar.
Que
las recientes muertes de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki
no sean en vano. Ellos dieron sus vidas por muchos otros que
cómodos y calentitos, se quedaron en sus casas. Y si aún así te
da miedo, pensá en esta irrefutable verdad: nosotros somos más.
Carla
L. May
D.N.I.
24.552.210
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