El
cerro San Lorenzo o Cochrane, con sus 3.706 mts., es la tercera
altura de la Patagonia Argentina. Se encuentra al norte de la
provincia de Santa Cruz y fue ascendido por el Padre De Agostini
en 1943 con los guías Hemmi y Schmoll. La población más cercana
es Lago Posadas (150 hab.) a casi 100 km.
Javier
Bosch (36 años, de Rincón de Milberg) y yo llegamos, desde
Bariloche, al pueblo Perito Moreno el 8 de enero de 2001 y allí
encontramos a Gonzalo Pérez (20 años, de El Talar) que había
viajado en ómnibus desde Buenos Aires. Sin demoras cargamos todo
en la camioneta y desandamos los casi 270 km. de ripio hasta la
estancia Los Ñires de la familia Sar, en el valle del Río Oro.
Ellos son los propietarios de los terrenos por los cuales se
accede al San Lorenzo desde el norte, en lo que es su "ruta
normal o De Agostini". Nos alojamos en unas habitaciones que
ellos poseen para turistas y an-dinistas. Desde allí recorrimos,
con dos pil-cheros bien cargados, el largo trayecto hasta el
campamento base y, por fin, pudimos apreciar el impresionante San
Lorenzo.
Comienza
el ascenso
El
10 de enero nos levantamos como a las 6 hs. y ascendimos lento
primero por la morrena lateral y luego por un pedrero de lajas,
rocas grandes, rocas chicas y sueltas, etc., todo con excelente
tiempo. Ascendimos a la izquierda de una cascada y aparecimos en
un enorme nevero que resultó ser una laguna congelada. Luego de
cruzarlo llegamos al llamado "Paso del comedor" donde
nos recibió un impresionante viento y bajamos por un roquerío
muy suelto a un glaciar. Acampamos en la rimaya.
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Así
se veía el San Lorenzo desde el campamento De Agostoni. La
cumbre de esta impresionante montaña esta en el extremo
izquierdo, aunque no parezca. |
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Primer
intento
Es
increíblemente cierto aquello de que en esta actividad hay un 50
y 50 de físico y mental. Nunca me planteé seriamente que iba a
hacer cumbre en el San Lorenzo, casi diría que, ni sé bien
porqué, fui con la idea de que "me iba a hacer amigo".
Ese 50% no convencido (el mental) influyó notablemente para que
el 11 de enero, cuando a las 3 hs. se despierta Javier, ve buen
tiempo y sugiere intentarlo yo expresé que estaba muy cansado y
desistí. Tenía la sensación de que no disfrutaría la montaña
en esas condiciones y, por suerte, mi objetivo sigue siendo
"disfrutar lo máximo posible". Mi intuición me decía
que hacía bien en quedarme.
Mis
amigos salieron en busca de la cumbre... Partieron pasadas las 5
hs. y, sin sorprender, el espléndido tiempo cambió totalmente. A
eso de las 15 hs. regresaron en medio de un temporal. Habían
avanzado bastante, más que lo que había hecho Javier en su
experiencia del ´96 cuando el viento les destruyó las carpas y
debieron abandonar.
Llegaron
cansadísimos, comieron, bebieron y nos dormimos mientras las
ráfagas sacudían la carpa con esa característica furia
patagónica.
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Desde
"el Paseo del Comedor" empezamos a ver uno de los
tres glaciares que recorreíamos y sus impresionantes
formaciones. |
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Segundo
intento
Al
día siguiente, a eso de las 4 hs. me desperté y ví todo
asombrosamente despejado. Entonces sugerí otro intento aunque
ahora los cansados eran ellos, pero finalmente arrancamos pasadas
las 8 hs.
Remontamos
el glaciar y cruzamos la "Brecha de la Cornisa" -un
lugar con un viento increíble- donde ascendimos y descendimos 4 y
6 mts. de roca para acceder al glaciar Calluqueo luego de rodear
una laguna congelada antes de ingresar de lleno al glaciar. Este
tenía muchísima nieve y ni se insinuaban las grietas.
Avanzamos
pasando al pie de los paredones del hombro norte y remontamos la
parte alta del glaciar que sería su morrena lateral, también
cubierta por hielo.
Subimos
hasta un filo descendente que es puro glaciar pero que divide las
dos vertientes del Calluqueo y tiene una dirección este-oeste.
Allí no sabíamos bien por dónde continuar y venían avanzando
rápido nubes amenazadoras desde Chile. Entonces vimos tres
andinistas que descendían de la cascada de seracs. Eran Pablo,
Daniel y Carlos a quienes Gonzalo conoció en el viaje desde
Buenos Aires y que nos llevaban en la montaña un día de
delantera.
A
los gritos nos comunicamos y nos señalaron su campamento y
decidimos ir hacia allí. Ascendimos un poco, cruzamos
transversalmente el glaciar hasta su parte media y comenzamos a
descender por él. Alcanzamos las huellas de los chicos y las
seguimos sabiendo que esquivaron las grietas. Luego de más de una
hora llegamos donde su campamento, a una altura de 2.200 mts.
cerca de las paredes del Hombro Norte. Charlamos un rato y nos
convidaron bebida y comida que tenían en abundancia.
Gonzalo
comenzó a hacer una cueva de hielo en un puente caído de una
gran grieta que tenía nieve acumulada. No sabíamos si el puente
era seguro pero era lo único que había, la otra era volver hasta
la carpa. Ya estaba nevando copiosamente y luego de como dos horas
de trabajo la cueva estuvo lista. Era bastante confortable para el
poco espacio que había. Nos dormimos en medio de una gran
tormenta.
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Gonzalo
y Mauricio en un descanso durante el ascenso. El San Lorenzo
es puro glaciar con impresionantes grietas. |
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El
tiempo no quiso
Al
día siguiente -13 de enero- nos levantamos a las 5 hs. y seguía
nevando parejo. Desayunamos y salimos, a eso de las 8,30 hs.,
luego de discutir si lo hacíamos o no.
Fui
de primero de cordada y todas las grietas enormes que se veían el
día anterior estaban tapadas, la visibilidad a veces llegaba
sólo a 30 mts. y, en el mejor de los casos, llegamos a ver las
paredes de roca (unos 200 mts.). El día anterior pudimos apreciar
que algunas grietas eran tan grandes como para meternos dos de la
cordada sin darnos cuenta y ahora estaban tapadas y no había
referencias: era todo blanco arriba y abajo... todo igual.
Aterrorizaba
la idea de caer en esas enormes fauces de hermoso azul que,
directamente no se veían pero sabíamos que estaban ahí.
Discutimos por donde ir... dudamos... avanzamos... aparecían
grietas... retrocedimos rápido ante la duda y seguía nevando y
nevando.
En
un momento quedamos mudos al escuchar una especie de trueno que
era, sin dudas, la caída de un serac... por unos segundos nos
miramos los tres sin emitir sonido, expectantes y enseguida
llevamos nuestras miradas hacia de dónde creímos que provenía
el sonido. El silencio volvió pronto aunque pareció una
eternidad... ahora estaba decidido... ¡volvemos a la cueva!.
Dí
dos pasos y me caí en una grieta que se mostró enorme, salí y
luego de dos pasos más volvió a ceder el piso... estábamos en
una grande y nunca supimos si Gonzalo también.
Seguimos
nuestras huellas y al poco de andar descubrimos que las primeras
estaban casi borradas por la permanente nevada. Finalmente a las
10,30 hs. estábamos de nuevo en la cueva. Le avisamos a los
chicos y nos dijeron que los esperemos y regresemos todos juntos.
Ellos
habían hecho el camino hasta allí desde abajo del glaciar,
nosotros desde arriba, así que ellos guiarían la retirada, al
descender encontraríamos mejor tiempo.
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¡No
hubo un accidente! Las piernas son de Gonzalo que hacía la
cueva de hielo en la enorme grieta sobre el glaciar mientras
lo observa Javier |
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Un
largo regreso
A
las 13,30 hs. levantaron ya campamento y nos pusimos los seis en
marcha en dos cordadas. Pablo guiaba siguiendo sus propio camino
de hacía dos días. Cruzamos una zona de hermosos seracs y
puentes de hielo sobre grietas. Comenzamos a descender
directamente al Calluqueo perdiendo mucha altura por una ladera en
la cual encon-tramos nieve que, al pisarla, nos hacía hundir
hasta las rodillas, cayéndonos permanen-temente. A eso de las 15
hs. comenzamos a remontar el Calluqueo aún con tormenta y
totalmente tapado de nieve, tanto que recorri-mos unos 10 km.
hasta la Brecha de la Cornisa ascendiendo 500 mts. y sólo
encontramos una grieta. Llegamos a la brecha y allí había un
viento sencillamente increíble.
Ascendímos
la roca para descenderla del otro lado donde... desaparecía el
viento y hasta parecía empezar a mejorar el temporal que ya
llevaba como 30 hs.
Pablo,
Carlos y Daniel se detuvieron a comer y nosotros seguimos para
levantar nuestro campamento. Llegamos a nuestra rimaya a las 19
hs. y comenzamos a levantarlo pero los aleros de la carpa tenían
hielo encima y había que picarlo para sacarla. Pasaron los chicos
y nosotros estábamos aún en tarea.
Recién
a eso de las 20,30 hs. comenzamos a descender, muy cargados y con
mucho trajín encima. Atravesamos el glaciar hasta el Paso del
Comedor y descendimos el nevero de la laguna congelada tirando las
mochilas y con un espectacular "culipatín".
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Mauricio
dentro de la cueva de hielo. Era tan alta y ancha como se ve
y tenía unos 4 mts. de largo. Se tardó 2 hs. en cavarla. |
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Llegamos
hasta la cascada, cruzamos un par de pequeños neveros y entramos
netamente en el pedrero. Oscurecía pronto, eran más de las 22,30
hs., y con la última luz tenue bajamos el peor de los pedreros
donde Gonzalo se pegó un par de porrazos fuertes.
Pasadas
las 23 hs., con la última luz, luego supimos que Pablo, Carlos y
Daniel habían llegado al campamento base. Nosotros recién
salíamos del pedrero más difícil pero aún nos quedaba un buen
trecho. El tiempo había mejorado muchísimo y hasta la
temperatura era agradable, no sentimos frío.
Al
salir del último pedrero se debe encarar el arroyo pero
equivocamos donde cruzarlo (estábamos en total oscuridad, con una
tenue luna) y terminamos transitándolo un trayecto casi por su
cauce y yo, hasta probé sentarme en él... ¡qué frío estaba!.
Sabíamos
que el arroyo cruzaba la morrena y lo seguimos hasta que apareció
ésta y encontramos las pircas que marcan la senda hasta el
campamento base. Las perdimos y las volvimos a encontrar, con las
linternas prendidas, y llegamos al campamento a las 2 hs. de un
día largo.
Desde
la llegada al arroyo hasta el campamento nos siguió de cerca un
zorro.
En
el base atacamos los restos del cordero que nos había obsequiado
la señora Sar y nos acostamos a dormir como a las 4 hs. todos en
el refugio.
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Esos
"puntitos" somos nosotros ascendiendo el glaciar
Calluqueo (10 Km. y 500 mts. de desnivel). |
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¡Hasta
la vuelta!
El
14 de enero, a eso de las 10 hs. nos levantamos y llegó Mario Sar
con el pilchero para buscarnos. Desayunamos tranquilos y
conversamos con nuestro nuevos amigos, despachamos el pilchero y
luego partimos nosotros también, a eso de las 15 hs.
La
caminata fue muy larga, llovió y luego mejoró. Debimos cruzar el
frío río Oro y luego nos perdimos hasta que volvimos a encontrar
la senda, entre esto y la diarrea que le agarró a Javier nos
demoramos y, para variar, llegamos a Los Ñires de noche, a las 23
hs. Al día siguiente, luego de arreglar dos ruedas pinchadas en
la camioneta de Javier, iniciamos el regreso con una parada a
almorzar en Lago Posadas, en lo de los agradables y serviciales
Fortuny, para llegar de noche a Perito Moreno.
Nos
quedamos con la inmensa experiencia de haber vivido una semana en
uno de los lugares verdaderamente más inhóspitos de nuestra
Patagonia, donde el tiempo no perdona y la paciencia debe primar.
Nos queda pendiente el regreso para aprovechar la experiencia de
haber recorrido, por lo menos, más de dos tercios de su ruta de
ascenso.
Luego
de haber estado allí me convencí más de que "hay que
hacerse amigo" para que el San Lorenzo te deje subir y, por
supuesto, ir con más días pero, sin lugar a dudas, transitar sus
bosques, sus pedreros y sus glaciares es andar por "un lugar
verdaderamente salvaje".
Mauricio
Bernardo Bianchi